Y aveces pasa que apenas se termina un día, simplemente deseamos que ese nunca hubiera ocurrido. Hay tanto acumulado adentro, que se necesita más de una lágrima para que por lo menos nuestros ojos demuestren lo que hay dentro de nosotros.
Una lágrima que baja por una mejilla, es mucho más que una gota de agua con sabor salado. Un llanto es mucho más que un par de ojos hinchados y húmedos.
La sal no es el sabor preferido de muchas personas, tampoco lo son las lágrimas. Quizás si lloráramos de felicidad, estas lágrimas tendrían un sabor dulce.
A muchas personas no les gusta llorar. Por pena, por ser hombres, por que hay gente, porque no la hay, porque no tienen pañuelo, porque si, porque no.
En cambio, para otras tantas personas es hasta necesario llorar, para mí lo es. Dentro de esa gota húmeda, la sal parece ser aquella sustancia que se lleva lo salado, lo triste y lo amargo de mi. Se lleva lo que se tiene que llevar, y todo eso se queda en el silencio, en la almohada, en un pañuelo, en el cuarto, en una chaqueta, en el hombro de un amigo.
Si los seres humanos podemos saltar, saltemos. Si podemos gritar, gritemos. Si podemos sonreír, sonriamos. Si podemos llorar, lloremos.